jueves, 20 de agosto de 2015

ALGO SE HA QUEBRADO...


















“Algo tan fino, tan sutil, que no ha hecho ruido 
en el momento 
de romperse. Pero tan importante, que su ausencia nos ha 
quitado el fulgor, la sonrisa, el asombro. 

Tenemos tanto…, lo hicimos con lucha, con esperanza, con los ojos 
puestos en el futuro. La casa, los hijos que crecen, el ciruelo 
que ya dos veranos llenó una canasta con ciruelas color de fuego, 
los platos de bordes azules que me gustaban tanto, la mesa grande 
que reúne amigos semana por medio

Pero esta visto que no es suficiente. Me falta tu brazo en mi hombro, 
tu desvelo esperando que me acueste por la noche… Cuando llego 
de cerrar las persianas y tapar a los chicos, de recoger la ropa 
para lavar y entrar el triciclo… ya estas dormido. Y es tu sueño 
algo más que una entrega al descanso, es como una barrera, 
una pared de cristal transparente detrás de la que me dejas sola, 
sin nadie a quien volcarle la cuota de ternura que fui juntando 
hora tras hora durante todo el día. Ese cachito de caricia que recorte 
de las caricias que les hice a los chicos, de la misma manera 
que guardo unos bocadillos de acelga del mediodía porque se 
que te gustan, una porción de torta, un pedazo de flan…

Te miro dormir y siento un poco de rabia, un poco de piedad, no sé…, 
te pegaría, te besaría y, sin embargo, no me atrevo a despertarte. 
Hace algunos años no hubiera titubeado en hacerlo, pero ahora 
tal vez te enojarías, o me dirías que soy una ridícula que te despierta 
sin que se incendie la casa o haya algún chico enfermo… 
Sin un “gran motivo”.

Me gustaría saber que cara pondrías si yo te despertara para decirte 
que te necesito, que te quiero, que “lo nuestro” no puede ser esto, 
este silencio, este permanente compás de espera, este vertiginoso 
paso de días, semanas, meses que arrastran modas, zapatos 
que se gastan, peinados que jamás comentaste, violetas que no 
me compraste, palabras que esperaron ser pronunciadas y al fin 
se convirtieron en ceniza. ¿Qué cara pondrías?
La cara preocupada, dolorida, del muchacho que conocí hace diez años 
y se sobresaltaba si en mis ojos veía un brillo que pudiera ser lágrima. 
La cara resignada del hombre que sos hoy. Y si hubiera algún amigo 
cerca, un guiño signifique: “todas las mujeres son iguales, siempre 
sacando a relucir tonterías”.

O quizás…
Pero no me atrevo. Tengo mucho miedo, prefiero la duda, prefiero 
pensar que soy boba, que esto es lo lógico, que a todo el mundo 
le sucede lo mismo, que no hay razón para que lo nuestro sea 
diferente… Si discutimos, si reñimos por algo, soy yo sola la que 
se queda acongojada, la que riega su llanto por los rincones, 
disimulando delante de los chicos… vos te vas, y al volver, 
por la noche, ni siquiera te acordás de lo ocurrido. En cambio, 
si sucede algo en tu trabajo… el mal humor te dura varios días.

-Pero Ana, ¿no te das cuenta de que vos sos lo seguro, 
lo incondicional, y sé que siempre vas a estar a mi lado, de mi parte, 
y que aquello es la lucha, lo que hay que pelear cotidianamente, 
el territorio desconocido aunque lo pises a diario?

Si, yo lo sé. Pero me siento sola. En este territorio conocido que es 
nuestro cariño hace falta una lluvia que refresque las plantas 
y las nutra, hace falta un jardinero que remueva la tierra, hace falta 
un cálido aliento de sol.

Cuando te vas a trabajar, yo me paso a tu lado, en la cama, 
y recuesto mi cabeza en tu almohada. Tiene tu olor. Cierro los ojos 
y pienso que estas ahí. Entonces te hablo. Le hablo a la almohada. 
Digo lo que no puedo decirte cuando los chicos están despiertos, 
cuando los amigos están presentes, cuando el día nos ilumina juntos 
pero en vidriera delante de otros.

¿Cuánto hace que no hablamos de nosotros, si, de vos y de mí? 
¿Cuándo dejamos de hacerlo? ¿Cuándo fue la primera noche que 
te dormiste sin preguntarme por mí? ¿Cuál fue la primera mañana 
que apreté mí cara contra tu almohada, persiguiéndote, buscándote 
en un olor a jabón de pino y colonia para después de afeitar? No sé, 
no sé. Solo quiero saber cuando será la última…

Y que al buscar el olor en la almohada encuentre una dulce mano 
rozando mi mejilla y una conocida voz amada que me pregunte 
por Ana y me cuente cosas de Pablo.”

Anonimo..

No hay comentarios:

Publicar un comentario