Cuando mi mano
se quede quieta,
y deje de acariciarte
y mimarte con mis letras…
Cuando mi voz se calle,
y ya no te nombre,
ya no te llame,
y dejes de ser en las noches,
de mi alma, un apagado grito.
Cuando ya no pueda mi amor eterno
a diario declararte y recordarte.
Cuando ya no me desvele,
y no escuche con tu imagen en mi mente
el sonido del desnudo silencio.
¡Te amarán mis versos!…
¡Te hablarán los poemas que te he escrito!
Y en tu rostro, la brisa…
Será un beso mío, una caricia.
Entonces venceré a la parca
y seguiré viviendo en mis letras,
porque al leerlas…
¡Me sentirás vivo en ellas…!
Pues se puede morir el cuerpo,
pero jamás del alma de un poeta,
sus sueños y su esencia.
Jacob Neruda Unamuno
Derechos Reservados
Chile
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