lunes, 21 de octubre de 2013

CUATRO SONETOS DE AMOR





















Decir "te quiero" con la voz veladay besar otros labios dulcemente, 
no es tener ser, es encontrar la fuente 
que nos brinda la boca enamorada. 

Un beso así no quiere decir nada, 
es ceniza de amor, no lava hirviente, 
que en amor hay que estar siempre presente, 
mañana, tarde, noche y madrugada. 

Que cariño es más potro que cordero, 
más espina que flor, sol, no lucero, 
perro en el corazón, candela viva... 


Lo nuestro no es así, a qué engañarnos, 
lo nuestro es navegar sin encontrarnos, 
a la deriva, amor, a la deriva. 



II 

Me avisaron a tiempo: ten cuidado, mira que miente más que parpadea, 
que no le va a tu modo su ralea, 
que es de lo peorcito del mercado. 



Que son muchas las bocas que ha besado
y a lo mejor te arrastra en su marea 
y después no te arriendo la tarea 
de borrar el presente y el pasado. 


Pero yo me perdí por tus jardines 
dejando que ladraran los mastines, 
y ya bajo la zarpa de tus besos 


me colgué de tu boca con locura 
sin miedo de morir en la aventura, 
y me caló tu amor hasta los huesos. 


III 

Otro domingo más sin tu mirada, 
dejándome morir junto a la gente 
que pasa y que traspasa indiferente 
a mi canción de amor desesperada. 

Una yegua de celos colorada 
corre llena de furia por mi frente 
y galopa de oriente hasta occidente 
en busca de tu falsa coartada... 


Porque yo sé de más que en esta hora 
hay alguien que los labios te devora 
y comparte las cepas de tu vino. 



Mas, como de perderte tengo miedo, no ahondo en la maraña de tu enredo 
y comulgo con ruedas de molino. 

IV 

Peso poco en tu vida, casi nada, 
como un leve rumor, como una brisa, 
como un sorbo de fresca limonada 
bebido sin calor y a toda prisa. 


No adelanto el compás de tu pisada, 
ni distraigo la salve de tu misa, 
y en tu frente de nardo desvelado 
no llego ni a recuerdo ni a sonrisa. 


Y en cambio tú eres todo, mi locura,
mi monte, mi canción, mi mar templado, 
el pulso de mi sangre, la llanura 


donde duermo sin sueño ni pecado, 
y el andamio en que apoyo con ternura 
este amor que nació ya fracasado.



Rafael de Leon

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