sábado, 29 de octubre de 2016

AL NIÑO

























Y es con la luna amiga de los luceros
que dormimos a nuestros niños.
Cuando es para las madres 
algo como un mundo nuevo.
Y en la orilla de los crepúsculos, 
les traemos al corazón,
temerosa de que se rompa,
aquella cosita hermosa 
que nos ha venido del Cielo.
Dulce y alegre es la sonrisa de un niño.
Gondoleros de nuestra alma.
Llevándonos siempre por infinitos senderos.
El viento arrastra mi pensamiento, 
hacia el niño solitario,
jugando con su propia sombra olvidado 
en la penumbra del sueño.
Viviendo bajo las olas del viento.
Como rama desterrada 
desde la vena de un lirio.
Buscando brumas humanas, 
recostado en tierra dura,
con las estrellas por manto sin el surco 
humano de recibir el primer beso,
regreso a la cuna donde duerme 
mi nieto y le estrecho fuertemente
como si en ellos sintiera que los niños 
olvidados, están bajo mis brazos.
Eternamente arropados.

__Olga González de Servando

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