domingo, 24 de agosto de 2014

EL VALOR DE LAS COSAS PEQUEÑAS



Y ahora, ahora, en este momento de mi vida, 
no quiero casi nada. Tan sólo la ternura de mi amor 
y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas 
carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme 
a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un par 
de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo 
de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor 
verso del mundo y la más hermosa de las músicas. 
Por lo demás, podría comer patatas cocidas y dormir 
en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila.

También quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu 
crítico por los que pago con gusto todo el precio 
que haya que pagar. Quiero toda la serenidad 
para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar 
de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar 
desesperadamente de menos a los que tengan que irse 
porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado. 
No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando 
cada vez que algo lo merezca, pero no quejarme 
de ninguna tontería. No convertirme nunca, nunca, 
en una mujer amargada, pase lo que pase. Y que el día 
en que me toque esfumarme, un puñadito de personas 
piensen que valió la pena que yo anduviera un rato 
por aquí. Sólo quiero eso. Casi nada. O todo.

- Ángeles Caso y «el valor de las cosas pequeñas»

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