viernes, 9 de agosto de 2013

EL ARPA DEL DESEO




Tus piernas abiertas,
igual que las alas de un cisne,
perfuman, verdecen,
embellecen, martirizan
la mañana, la tarde,
la noche, mi piel.

Mis manos en arco iris
se deslizan, solitarias,
por esa carne de obsidiana,
dulce, suave follaje,
donde fulgen las gotas
que le provoca el deseo.

Un rubí de carne y fuego
me indica el camino hacia ti.

Acerco mis labios
a ese oasis de luces,
pálpito que clama
la consumación de las urgencias.
Mientras tu pubis,
adornado por mis ansias,
abre sus pétalos
como crisantemos rojos
(Donde hay perlas,
licor de nubes),
para el deleite
de mis labios.

Mi lengua divaga, huérfana,
por la negrez triangular
detenida entre tus muslos.

¡Ah!, Nepentes escondido en tu sexo,
almíbar de luna
derramado en mi boca.

Me sumerjo en tu aroma,
fuente de todos los excesos,
mientras me miro en tu piel,
reflejo de mar en calma.

Tu aliento enervante,
vertical igual que un cirio,
deja escapar las alondras
que me llevan a tu vientre,
jardín sembrado de gozos,
preludio de orgasmos bisiestos.

Es entonces cuando escucho,
en la inmediatez del encuentro,
la melodía de tus muslos
al venir hacia mi boca,
en las alas del placer
del altar que nos oficia.

Entro en ti, al fin,
fúlgido de placer,
roto de angustias,
mientras me apodero de tu cintura
como centauro lujurioso,
buscando en tu interior
el espejo
del cual nacerán mis muertes.

Mi galope aumenta
en tu hondura rozagante,
eterna y calcinante primavera
llena de faunas marinas,
y luego me derramo
en una miríada de blancas golondrinas
que desbordan tus fronteras
y me deja transido de ti.

Luego llega la calma, el sopor
de los amantes satisfechos
y, al poner casi con desgano
un halo de estrellas
en tu boca,
nos envuelve un arpa de luz,
que llena tu piel de melodías.

Los arpegios del placer
hoy estuvieron
entre nosotros.


Autor: Victor Diaz Goris

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