viernes, 24 de abril de 2015

VIVIR EN AUSENCIA

























Muero cada día al volver a una cama 
que aún 
conserva la silueta de unos cuerpos amándose

Naufrago en unas sábanas que no quieren dejar 
de arañar la parte de mi corazón 
que no partió con tu marcha

Me agarro a una almohada que se olvidó 
de lo que significa ser abrazado

Las paredes de este cuarto no quieren sostener nada
Son simples trozos de piedra muda

Intento recordar por qué la vida se burló 
de unos amantes que solo reían

Muero poco a poco al no tener a nadie a quien culpar 
por haberse dejado las llaves en el café donde tomamos 
nuestro último bizcocho de cerezas

De qué me sirve saber la hora que es, 
si ya nadie me espera

Vago por unas calles que ya no recuerdan las veces 
que nuestros pies pisaron sus aceras mojadas, 
en la primera lluvia de la primavera

Me da fuerzas encontrarte por todos los rincones 
de una casa que decidió conservar tu esencia

En las horas que nadie habla, 
oigo como gritan tu amor y el mío

Se niegan a morir únicamente por la ausencia 
de cuerpos que habitar

Las madrugadas son mi peor despertar, 
siempre acabo aullando tu nombre

Cuando ya nada te ayuda a encontrar esa parte de ti 
que sabe que aún hay un camino por recorrer

Cuando los silencios son cómplices del dolor

Si la mirada que pones en las cosas 
no te devuelve más que objetos inertes

Si no logras entender de qué sirve volar tan alto 
junto al amor que eligió tu corazón

Si de repente el cielo se vuelve negro 
y la luz decide ausentarse por capricho

Me pregunto en que universo me espera a quien tanto amé.

Miguel Ángel Sánchez.


Las historias olvidadas

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