Duele la Navidad que se acerca sin ruido, sin velas,
sin villancicos, sin manteles, sin turrones...
Duele el silencio, la ausencia y la tristeza
que yacen en el rincón de la desesperación.
Duele la vida cuando se marchita.
Duele el recuerdo de los que ya no están con nosotros.
Duelen las voces que gritan bajo los escombros
con sus manos vacías de simientes y cantos.
Duele la Navidad que llega sin ganas de sonrisas,
sin ganas de regalos, sin ganas de nada.
Duelen las bocas de los que beben llanto.
Duele el mundo que se desintegra a pasos veloces.
Duele el cansancio, la espera, la incertidumbre…
Duelen las madres que llevan la hambruna enquistada
en los pechos y sus hijos son pasto de la injusticia.
Duele tanto, todo y todos. Tanto… tanto...
Duele la desdicha de mi otro yo, que late paralelo
a mí, sabiéndose perdido en su dolor, hecho ya agonía.
Duele la Navidad que viste de luto para recordarnos,
un año más, que la vida sin amor es efímera.
Luisa Gómez Borrell
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