sábado, 19 de agosto de 2017

SIEMPRE...























Siempre que conozco a alguien, 
dejo la puerta abierta adrede.
Es una manía, quizás no tan 
absurda como pensaba antes.
Llega alguien y no desempaco.
Llega alguien y siempre digo adiós.
Llega alguien y trato de no enredarme 
mucho. Todos se van.
Unos antes de las doce, otros 
luego de las nueve de la mañana. 
Pero todos por una extraña razón, 
no soportan estar en mí por mucho 
tiempo. No sé si es porque hay días 
que quiero saber qué piensan, 
o si es que les gusta mis silencios, 
o mis colores. La verdad nunca 
he entendido por qué se van. 
Si es que se cansan de decir 
mi nombre, o se aburren 
de mis rutinas. Si es que no tienen 
la paciencia de descubrirme, 
o es que no pueden descifrarme 
los misterios. De hecho, hay veces 
que ni lloro, sí por dentro el alma 
se conmociona, pero hay días 
que cuando noto que alguien se va, 
no derramo ni una lágrima 
y me repito: Yo sabía que esto 
iba a suceder. No espero que se 
queden, y cuando alguien se queda 
más tiempo del que preveo, 
me asusto, me da vértigo. Miro el reloj, 
me miro yo, y justo cuando comienzo 
a abrir la maleta, se va. (como siempre, 
me repito). Todo se van; por eso 
es que dejo la puerta abierta.


Ideas Viajando
(M. Sierra Villanueva)

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