de quererte. Pero en realidad, ni yo me lo creía. Y tú,
con sólo mirarte en mis ojos, simplemente sonreías,
sabiendo que nunca podría, y que me conformaría
con las migajas del amor que me dieras.
“Te voy a dejar de querer.” Dije a mí mismo. Y lo pensaba
porque quererte no me alcanzaba, quería más. En realidad
lo quería todo. Aunque los dos sabíamos que ‘todo’
era imposible. Esta vez, sólo lo pensé, porque te lo había
dicho tantas veces, para qué decírtelo de nuevo.
Y así, en silencio, con el dolor del tiempo y la distancia,
tristemente amor, creo que te he dejado de creer. No de
quererte. Dejar de quererte es imposible. He dejado de
creerte. De creer que algún día podríamos ser algo, alguna
vez, siquiera por unos minutos. Algo más allá de ser nada.
Más allá de ser una idea irrealizada. Un plan no ejecutado.
Una promesa incumplida. Ser algo más que poesía. Y así es,
tu silencio finalmente mató mi esperanza, pero no pudo
con mi corazón necio, que no quería dejar de latirte.
De eso me encargo yo.
¿Y si le prendo fuego al corazón? ¿Para qué querer un corazón
que ha dejado de creer? Si, fuego. Pero no fuego de amor.
Fuego de quemadura. Del que arde y duele. De cicatriz. Fuego
del que te hace cenizas. Acabaré con el corazón para que ya
no te llame. Para que no me delate. Para que huela a nido
quemado. Para que el amor ciego y huérfano, nunca más
tenga un refugio donde volver a quererte.
Mind Of Brando
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