CRECE
Sin más riego
que el agua estancada
que corre por debajo
del basural amorfo,
amontonado,
abandonado.
Crece.
Obviada accidentalmente
por el ojo del rapaz,
del destructivo,
del carroñero obligado.
Iluminada
por la ínfima luz
que penetra los intersticios
de semejante desperdicio humano.
Olvidada por el mundo
y su apuro desvanecedor,
crece
la exótica flor del amor.
Gito Minore
(Argentina)
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