Un día estaba yo triste,
muy tristemente
viendo cómo caía el agua de una fuente.
Era la noche dulce y argentina.
Lloraba la noche.
Suspiraba la noche.
Sollozaba la noche.
Y el crepúsculo en su suave amatista,
diluía la lágrima de un misterioso artista.
Y ese artista era yo, misterioso y gimiente,
que mezclaba mi alma al chorro de la fuente.
Ruben Darío
Ruben Darío
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