sábado, 7 de marzo de 2015
LA ROSA
Cuando llegue mi ocaso seré nebulosa,
cargada de versos sublimes titilantes,
y serán mis instantes las que fabulosas
historias harán renacer, quizá inquietantes
enigmas, las que solo serán reveladas
a quien tenga el velo suelto por un instante.
Cuando llegue mi invierno he de florecer,
de mis perennes versos brotarán capullos,
habrán de color blanco, un eterno querer;
-inocencia de niña grande, una mujer-
la rosa pedirá clemencia, una indulgencia
por aquellos que no pudo salvar y amar.
Serán mis versos de color púrpura un eco
de mis cicatrices, haciéndolas imborrables,
recordando las noches de eterno plenilunio
viviendo solitariamente mi infortunio.
Al divagar por mi camino lleva siempre
una luciérnaga, acaso te haga falta aceite
en tu vieja lámpara, lleva también ungüento,
para tus pies descalzos que sufrirán heridas,
encontrarás piedras afiladas, incluso fieras.
Al final del camino te esperará una rosa,
aquella que no se marchita, regada con versos,
la planté en terreno árido mientras soñabas.
Nacieron fuertes sus hojas con el crepúsculo.
©Mabel Coronel Cuenca
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