De pronto yo me vuelvo así muy triste
y ni siquiera tú consigues darme
la risa que aligere mis sentidos.
Es que el mundo me duele en esta hora.
Ay tamaño suplicio el estar viva
y llevar la fragancia de una rosa
para el mal de los hombres y la vida.
Yo me sé delicada y temerosa.
Se me suben los versos por los huesos,
pero no, no es su hora todavía.
Me duele tanto el mundo, el latido,
la efímera sustancia de las cosas.
Y ni siquiera tú consigues darme
la risa que aligere mis sentidos.
Yo no quiero estar triste. Es el hombre.
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