No es mi culpa señora
que usted sonría con el alma.
Que su cuerpo se haya puesto
con los años más hermoso,
y mi razón destruya,
perdiendo mi mente la calma.
No es mi culpa señora
que me encandile el brillo de sus ojos.
Que sus pechos se asomen curiosos
como queriendo liberarse;
que sus palabras me embrujen
y me atrapen.
No es mi culpa señora,
que después de su sonrisa coqueta y cómplice,
después de sus palabras amables,
después de su mirada mimosa,
se me haga imposible
de usted no enamorarme.
Jacob Nerud Unamun
Derechos Reservados
Chile
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