
...Ya nada quiso ser igual
en aquel mundo sólo suyo
donde la magia, la abrigaba...
Todo ardió en un rojo dolor
tan helado como el invierno
que por dentro, la congelaba...
Abrió sus rígidas manos
y soltó, tragándose el adiós
que su corazón tanto negaba...
Palabras... ¿para qué...?
Eran guturales dantescos,
que nadie escuchaba...
Amor... ¿para quién...?
¡Sueños rascando el cielo!
¡Besos dados al viento!
¡A su alma, sólo sangraba!
Y cerró sus rígidas manos...
Apretó sus blancas cenizas...
¡Lo único que le quedaba...!
Alibut Sarabia
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