jueves, 20 de septiembre de 2012

"SÓLO ESTOY MIRANDO CUÁNTAS COSAS EXISTEN, QUE NO NECESITO PARA SER FELIZ"

 
Al viajar por el Oriente, mantuve contacto con los monjes del Tibet, 

en Mongolia, Japón y China.

Eran hombres serenos, solícitos, reflexivos y en paz, con sus mantos 
de color azafrán.

El otro día, observaba el movimiento del aeropuerto de San Pablo: 
la sala de espera llena de ejecutivos con teléfonos celulares, 
preocupados, ansiosos, generalmente comiendo más de lo que 
debían.

Seguramente, ya habían desayunado en sus casas, pero como la 
compañía aérea ofrecía otro café, todos comían vorazmente.

Aquello me hizo reflexionar: "¿Cuál de los dos modelos produce 
felicidad?"

Me encontré con Daniela, de 10 años, en el ascensor, a las 9 de la 
mañana, y le pregunté: "¿No fuiste a la escuela?" Ella respondió: 
"No, voy por la tarde."

Comenté: "Qué bien, entonces por la mañana puedes jugar, dormir 
hasta más tarde."

"No", respondió ella, "tengo tantas cosas por la mañana..."

"¿Qué cosas?", le pregunté.

"Clases de inglés, de baile, de pintura, de natación", y comenzó a 
detallar su agenda de muchachita robotizada.

Me quedé pensando: "Qué pena, que Daniela no dijo: ¡Tengo clases 
de meditación!"

Estamos formando súper-hombres y súper-mujeres, totalmente 
equipados, pero emocionalmente infantiles.

Una ciudad progresista del interior de San Pablo, tenía en 1960 seis 
librerías y un gimnasio; hoy tiene sesenta gimnasios y tres librerías!

No tengo nada contra el mejoramiento del cuerpo, pero me preocupa 
la desproporción en relación al mejoramiento del espíritu.

Pienso que moriremos esbeltos: "¿Cómo estaba el difunto?". 

"Oh, una maravilla, no tenía nada de celulitis!"

Pero cómo queda la cuestión de lo subjetivo? De lo espiritual? 
Del amor?

Hoy, la palabra es "virtualidad". Todo es virtual.

Encerrado en su habitación, en Brasilia, un hombre puede tener una 
amiga íntima en Tokio, sin ninguna preocupación por conocer a su 
vecino de al lado!

Todo es virtual. Somos místicos virtuales, religiosos virtuales, 
ciudadanos virtuales. Y somos también éticamente virtuales...

La palabra hoy es "entretenimiento"; el domingo, entonces, es el día 
nacional de la imbecilidad colectiva.

Imbécil el conductor, imbécil quien va y se sienta en la platea, imbécil 
quien pierde la tarde delante de la pantalla.

Como la publicidad no logra vender felicidad, genera la ilusión de que 
la felicidad es el resultado de una suma de placeres: "Si toma esta 
gaseosa, si usa estas zapatillas, si luce esta camisa, si compra este 
auto, usted será feliz!"

El problema es que, en general, no se llega a ser feliz! 

Quienes ceden, desarrollan de tal forma el deseo, que terminan 
necesitando un analista. O de medicamentos. Quienes resisten, 
aumentan su neurosis.

El gran desafío es comenzar a ver cuán bueno es ser libre de todo 

ese condicionamiento globalizante, neoliberal, consumista. 
Así, se puede 
vivir mejor.

Para una buena salud mental son indispensables tres requisitos: 
amistades, autoestima y ausencia de estrés.

Hay una lógica religiosa en el consumismo post-moderno.

En la Edad Media, las ciudades adquirían status construyendo 

una catedral; hoy, en Brasil, se construye un shopping-center.
Es curioso, la mayoría de los shopping-center tienen líneas 
arquitectónicas de catedrales estilizadas; a ellos no se puede 
ir de cualquier modo, es necesario vestir ropa de misa de domingo. 
Y allí dentro se siente una sensación paradisíaca: no hay mendigos,
ni chicos de la calle, ni suciedad...

Se entra en esos claustros al son gregoriano post-moderno, 

aquela musiquinha de esperar dentista.

Se observan varios nichos, todas esas capillas con venerables 
objetos de consumo, acolitados por bellas sacerdotisas.

Quienes pueden comprar al contado, se sienten en el reino de los 
cielos.

Si debe pagar con cheque post-datado, o a crédito, se siente en el 
purgatorio.

Pero si no puede comprar, ciertamente se va a sentir en el infierno...

Felizmente, terminan todos en una eucaristía post-moderna, 
hermanados en una misma mesa, con el mismo jugo y la misma 
hamburguesa de Mac Donald...

Acostumbro a decirles a los empleados que se me acercan en las 
puertas de los negocios: "Sólo estoy haciendo un paseo socrático". 
Delante de sus miradas espantadas, explico: "Sócrates, filósofo 
griego, también gustaba de descansar su cabeza recorriendo el 
centro comercial de Atenas. Cuando vendedores como ustedes lo 
asediaban, les respondía: ..."Sólo estoy observando cuántas cosas 
existen, que no necesito para ser feliz"!

Frei Beto

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