Siempre que conozco a alguien,
dejo la puerta abierta adrede.
Es una manía, quizás no tan absurda
Es una manía, quizás no tan absurda
como pensaba antes. Llega alguien
y no desempaco. Llega alguien
y siempre digo adiós. Llega alguien
y trato de no enredarme mucho.
Todos se van. Unos antes de las doce,
Todos se van. Unos antes de las doce,
otros luego de las nueve de la mañana.
Pero todos por una extraña razón,
no soportan estar en mí por mucho
tiempo. No sé si es por que hay días
que quiero saber qué piensan, o si es
que les gusta mis silencios, o mis colores.
La verdad nunca he entendido por qué
se van. Si es que se cansan de decir
mi nombre, o se aburren de mis rutinas.
Si es que no tienen la paciencia
de descubrirme, o es que no pueden
descifrarme los misterios. De hecho,
hay veces que ni lloro, sí por dentro
el alma se conmociona, pero hay días
que cuando noto que alguien se va,
no derramo ni una lágrima y me repito:
Yo sabía que esto iba a suceder. No espero
que se queden, y cuando alguien se queda
más tiempo del que preveo, me asusto,
me da vértigo. Miro el reloj, me miro yo,
y justo cuando comienzo a abrir la maleta,
se va. (como siempre, me repito)
Todo se van; por eso es que dejo
Todo se van; por eso es que dejo
la puerta abierta.
Ideas Viajando (Cap. 2014 pág. 226 de 365)
(M. Sierra Villanueva)
Ideas Viajando
Ideas Viajando (Cap. 2014 pág. 226 de 365)
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