¡Cuánta falta me haces
mi viejo, mi padre querido!
Hoy que visité tu tumba
me di cuenta que aún no puedo
superar que te hayas ido...
Se aprende a vivir con el dolor
del vacío y de la ausencia;
se va sobrellevando cada día
el saber que ya no estás;
el que platique contigo
y saber que ya no responderás...
¡Pero nunca podré superar
el querer el calor de tu abrazo,
y carecer de tu presencia!
¡Nunca podré superar
el necesitar de tu voz
un consejo, un regaño,
y que sólo responda el eco
del silencio y su inclemencia!
¡Nunca voy a superar
el ya no poder mirarte;
el ya no poder palparte,
incluso el ya no desesperarme
por aquella, tu gran impaciencia!
¡Duele padre mío, y dolerá
ya no verte llegar cada tarde,
de tu trabajo, sudoroso y fatigado!
¡Duele y dolerá que ya no estés;
y seguirá desgarrando el alma
ver esa cruz con tu nombre grabado!
Duele... ¡Y dolerá esta daga
que estará clavando mi corazón
hasta que llegue mi tiempo
y vaya a estar a tu lado!
Alibut Sarabia
Imagen de la red.
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