
Paisaje de temblor: no son higueras
ni cerros enfilados los que trazo
en el cristal en polvo del espejo.
Yo sueño con un mar que todo obrizo
marea tras marea, llega ardiendo
al límite entornado de los ojos,
y un ave de amarillo -no el canario-,
su vértigo de millas reposando
encima de curiosos obeliscos.
Yo sueño, puesto el mar, con una esquina
pintada en sus orillas y el feliz
tropiezo que nos junte en dicho vértice.
Amado, te imaginas cuánto ocaso
vendrá a curar su frío en nuestra sangre.
Delfina Acosta
Imagen tomada de la red
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