
La soledad me puebla. Yo paseo
bajo el pinar seguida de mi sombra.
¿Quién quiere oírme en esta tibia tarde
y apretando mis manos darme un beso
sin darme ni quitarme la razón?
Yo cambio toda mi sabiduría
por un consejo sano, pero vamos
qué saben ya las viejas, su elocuencia
se resume tan solo en recordar
los nombres de los muertos y las fechas
de las próximas misas. Gira el viento.
Si el viento me llevara el corazón
a cualquier parte yo concluiría
que bien llevado está. Si me arrastrara
con la hojarasca, buena suerte entonces.
Seré un endiablado remolino.
Delfina Acosta
Imagen tomada de la red
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