El sol se va poniendo. Crece el viento
que a las marchitas hojas de los árboles
agita, y yo te quiero, y no es bastante,
porque las mismas flores ya se encierran.
Dame un beso de amor en esta tarde.
Y dime que me extrañas. Tú conoces
qué palabras decirme en esta hora.
Amado, me enfermé de soledad.
Me subía el dolor como la hiedra.
Era la reina yo de un paraíso
que se hallaba al revés y mi corona
estaba hecha de silicio y huesos.
¿Qué más decirte? Todo ya lo sabes.
Habrá una oscura hora del adiós.
Te irás y el silencio atroz del mundo
subirá de repente hasta mis ojos.
Delfina Acosta
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