Y sin la rosada levedad que da el deseo
Flotan sus pasos y sus gestos.
Las sonrisas sonámbulas, casi sin boca,
Aquellas palabras que no fueron posibles,
Las preguntas que sólo zumbaron como moscas
Y sus ojos, frío pedazo de carne azul.
Días perdidos en oficios de la imaginación,
Como las cartas mentales al amanecer
O el recuerdo preciso y casi cierto
De encuentros en duermevela que fueron con nadie.
Los sueños, siempre los sueños.
¡Qué sucia es la luz de esta hora,
Qué turbia la memoria de lo poco que queda
Y qué mezquino el inminente olvido!
_María Mercedes Carranza_
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