Siempre que conozco a alguien,
dejo la puerta abierta adrede.
Es una manía, quizás no tan
Es una manía, quizás no tan
absurda como pensaba antes.
Llega alguien y no desempaco.
Llega alguien y siempre digo adiós.
Llega alguien y trato de no enredarme
Llega alguien y no desempaco.
Llega alguien y siempre digo adiós.
Llega alguien y trato de no enredarme
mucho. Todos se van.
Unos antes de las doce, otros
Unos antes de las doce, otros
luego de las nueve de la mañana.
Pero todos por una extraña razón,
no soportan estar en mí por mucho
tiempo. No sé si es porque hay días
que quiero saber qué piensan,
o si es que les gusta mis silencios,
o mis colores. La verdad nunca
he entendido por qué se van.
Si es que se cansan de decir
mi nombre, o se aburren
de mis rutinas. Si es que no tienen
la paciencia de descubrirme,
o es que no pueden descifrarme
los misterios. De hecho, hay veces
que ni lloro, sí por dentro el alma
se conmociona, pero hay días
que cuando noto que alguien se va,
no derramo ni una lágrima
y me repito: Yo sabía que esto
iba a suceder. No espero que se
queden, y cuando alguien se queda
más tiempo del que preveo,
me asusto, me da vértigo. Miro el reloj,
me miro yo, y justo cuando comienzo
a abrir la maleta, se va. (como siempre,
me repito). Todo se van; por eso
es que dejo la puerta abierta.
Ideas Viajando
(M. Sierra Villanueva)
Ideas Viajando
(M. Sierra Villanueva)
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