Solloza el cielo, creo que está sobre mi,
se ahoga la palidez de tu rostro,
lloran mis ojos
y la noche se vuelve más oscura.
Una voz se pierde,
el dolor de mis pasos se acentúa,
la luz ha sido robada,
romperé a pedazos mi alma desquebrajada.
Al despertar en mis heridas,
el fulgor de tu espíritu permanece
entre las rendijas nocturnas
de la dama de la noche.
Envuelta en sueños rasgados,
indiferente a la alegría que me huye,
te busco entre mis venas,
dejo de vivir, he muerto.
Cuando pronuncie tu nombre,
el deseo de tu calor volverá a mí,
una duda ártica, hielo en mi cuerpo,
el azar te trajo y el destino te alejó.
La esperanza se vuelve agonía,
la esperanza, esfumada entre la gente,
estos deseos ahora son venganza,
Un error merecido, yo lo busqué.
Y tu nombre persiste,
furtivo cazador, se digna a alcanzar
mí mísera desdicha, mi liberación,
con las primeras rosas de la juventud.
Marta Garcés
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