miércoles, 3 de abril de 2013
GIGANTE DE HIERRO
Me creía un gigante de hierro
cuando la sentía segura;
me sentía invencible, poderoso
en su frágil porcelana
que juré amar y proteger.
Se desapareció mi rosa
a la que prometí jamás le faltaría
el rocío matinal para beber.
En un castillo de promesas
la hice soñar y vivir
creyéndose mi princesa
protegida en la torre;
y por miedo al dragón,
las promesas no pude cumplir.
¿Dónde está mi gallardía?
Se la llevó el viento otoñal;
¿Y mi valentía?
Se fue en una vieja maleta
y subió a un gris furgón
que no puede retornar.
Abrazo el recuerdo de su líquido ser
que se escurrió entre los dedos;
mis manos gritan de vacío
al palpar por doquier
el grotesco y repugnante hastío.
La busco en el café,
en el agua que bebo;
la busco en todos los lugares,
en los libros que leo
y la imagino surgir
en la laguna de las páginas;
quizá de alguna fotografía
o de algún souvenir.
Nado entre las sábanas
para saciarme de su perfume;
en sus entrañas quiero perderme
pero me llené las manos de nada;
naufrago en un mar de perdición
que acabará por beberme;
abyecto soy de la vida…
¿por qué la perdí?
No quiero responderme…
Oigo, oigo por doquier
su voz, su respiración,
siento sus ansias que me estrujaban
el alma, escucho los gemidos
que susurraban cuánto me necesitaba.
Ya no está mi sexo débil,
mi muñeca vulnerable
y débil se fortaleció;
¡Harta de promesas vanas
se convirtió en mujer de acero
extendió sus alas y voló!
Ella ya no está, sin ella no soy nada…
Cobijado en su condena
el invencible gigante de hierro
se volvió un pigmeo de arena…
Allibut Sarabia
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